José Manuel Pastor dirige la Cátedra MESVAL (Modelo Económico Sostenible València), un espacio impulsado por la Universitat de València y el Ayuntamiento para analizar y proponer soluciones prácticas a los retos de la ciudad. “Cada año elaboramos un plan de actividades de interés conjunto”, explica. “Para los investigadores es muy gratificante comprobar que lo que hacemos tiene utilidad concreta para la ciudadanía”.
La clave está en seleccionar temas con impacto y abordarlos con datos. Así han nacido estudios como el del impacto económico de las Fallas o el de la relación entre la proliferación de apartamentos turísticos y la evolución del alquiler. “Con datos de plataformas de alquiler de corta y larga duración demostramos si existe o no correlación entre ambos fenómenos”, explica Pastor. “Ese tipo de resultados no solo interesan al Ayuntamiento, sino que pueden informar políticas públicas”.
Formación en emergencias para toda la ciudadanía
El proyecto “València + Segura” es otro ejemplo claro de impacto social. Nació tras la participación de Pastor como experto en la comisión municipal sobre la DANA, y se ha convertido en un plan formativo para toda la población. “Se trata de dar formación en autoprotección a personas de todas las edades y perfiles. Centros educativos, asociaciones vecinales, universidades populares, colectivos vulnerables, empresas… todos pueden participar”, resume.
“Es absurdo que solo pensemos en emergencias cuando ya han ocurrido. Hay que anticiparse, entender las alertas, saber cómo actuar antes, durante y después”, añade. El programa ya ha arrancado con la formación de profesores, policías locales y otros agentes multiplicadores. “Hemos elaborado materiales docentes y contamos con una red de profesorado con experiencia en formación para adultos”, dice Pastor.
Cátedras como puerta de entrada a la universidad
Para Pastor, una cátedra bien diseñada es la forma más efectiva de establecer relaciones entre universidad y empresa. “Obliga a repensar cada año qué nuevas temáticas abordar, y eso genera una dinámica de colaboración constante”, afirma. Pero también lanza un mensaje claro: “Los profesores estamos encantados de colaborar si lo que hacemos sirve para algo más que para acumular publicaciones”.
Cree que es urgente alinear los incentivos académicos con los objetivos estratégicos de las universidades. “Si realmente queremos que haya transferencia de conocimiento, hay que premiar a quienes lo hacen: con sexenios, con reconocimientos, con apoyos concretos”, reclama. “Cuando el interés del investigador se alinea con el de la institución, todos ganamos”.
Más estabilidad, más impacto
Otro reto, según Pastor, es dar continuidad y estabilidad a estos proyectos. “Hoy por hoy, cada año hay que volver a firmar convenios, lo que retrasa el arranque de las actividades”, advierte. “Las cátedras deberían tener un marco más institucionalizado, que no dependa de cada gobierno ni se paralice con los cambios políticos”.
Para él, potenciar las cátedras no solo refuerza la relación con las empresas, sino que mejora también la formación de los estudiantes. “Las empresas conocen mejor lo que se hace en la universidad, participan en la definición de perfiles y eso mejora la empleabilidad de nuestros egresados”, concluye.